〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰
Sapo estaba
trabajando en su jardín. Sepo pasó por allí.
-¡Qué jardín tan bonito tienes, Sapo! –dijo.
-Sí –contestó Sapo-. Es muy bonito, pero da mucho trabajo.
-Me gustaría tener un jardín –dijo Sepo.
-Toma, aquí tienes unas semillas –dijo Sapo-. Siémbralas en la tierra, y
enseguida tendrás un jardín con flores.
-¿Cuándo es enseguida? –preguntó Sepo.
-Muy pronto –le contestó Sapo.
Sepo se fue deprisa a su casa. Sembró las semillas.
-Ahora, semillas –dijo sepo-, ya podéis empezar a crecer.
Paseó de un lado a otro varias veces. Las semillas no crecían.
Sepo se agachó, puso su cabeza cerca de la tierra y gritó bien
fuerte:
-¡Semillas, empezad a crecer!
Sepo volvió a mirar la tierra. Las semillas no crecían. Sepo pegó
la cabeza a la tierra y gritó con todas sus fuerzas:
-¿Eh, semillas, que os he dicho que empecéis a crecer!
Sapo se acercó corriendo por el camino.
-¿Por qué gritas tanto?- preguntó.
-Las semillas no crecen –explicó Sepo.
-Gritas demasiado –dijo Sapo-. Esas pobres semillas están asustadas y les da
miedo crecer.
-¿A mis semillas les da miedo crecer? –preguntó Sepo.
-Pues claro que sí –dijo Sapo-. Déjalas tranquilas durante unos pocos días.
Espera a que les dé el sol y a que les caiga la lluvia y enseguida tus semillas
empezarán a crecer.
Aquella noche, Sepo miró por la ventana.
-¡Qué rabia! –dijo Sepo-. Mis semillas no han empezado a crecer todavía.
Seguramente les da miedo la oscuridad.
Sepo salió al jardín con algunas velas.
-Les leeré un cuento a las semillas –dijo Sepo-. Así no tendrán miedo.
Sepo les leyó a sus semillas un cuento bastante largo. Durante
todo el día siguiente Sepo les cantó canciones a sus semillas.
Y durante el otro día después del siguiente, Sepo leyó poesías a sus semillas.
Y durante el día que siguió al otro después del siguiente, Sepo
estuvo tocando música para sus semillas. Sepo miró la tierra. Las
semillas no habían empezado a crecer todavía.
-¿Qué más puedo hacer? –se preguntó Sepo-. ¡Estas deben ser las semillas más
miedosas del mundo entero!
Y entonces, Sepo se sintió cansadísimo y se quedó dormido.
-¡Sepo, Sepo, despierta! –le llamó Sapo-. ¡Mira tu jardín!
De la tierra brotaban plantitas verdes.
-¡Por fin mis semillas han perdido el miedo a crecer! –exclamó Sepo.
-Ahora tú también tendrás un jardín bonito –dijo Sapo.
-Sí –dijo Sepo-, pero tú tenías razón, Sapo. Un jardín da muchísimo trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario