Barbapedro había sido un marinero del barrio porteño de La Boca y ahora era un anciano un poco extraño: vivía en su barco, anclado al puerto. Era buenísimo para curar animales, la gente del barrio le llevaba sus mascotas enfermas, pero a veces no iban a recogerlas o se tardaban en ir, así que el barco estaba lleno de perros, gatos y otros animales.
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