A 241 años del nacimiento de Juana Azurduy.
Azurduy
nació en la región de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780.
“Juana
Azurduy, flor del Alto Perú, no hay otro capitán más valiente que tu”, dice
aquella canción que empezó a difundirse en 1969 y que, con la voz de Mercedes
Sosa, visibiliza a una de las revolucionarias que combatieron por la
independencia latinoamericana.
“Tierra
en armas que se hace mujer”, dice otro de los versos, situando la región del
Alto Perú en la que peleó Azurduy, guiada por su fervor revolucionario, su
convicción libertaria y su acción guerrera, instalando y mostrando a la vez
la presencia de la figura femenina en el territorio de la lucha.
Allí
combatió, en la actual Bolivia, en esa zona que pertenecía al Río de la Plata,
donde tuvo un rol protagónico y un lugar junto a jefes militares criollos como
Manuel Belgrano, Martín de Güemes.
Azurduy nació en la región de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780, y era hija de una indígena y un criollo. Se crió entre campesinos, aprendió a cabalgar con su padre y a hablar en quechua con su madre, a quien perdió siendo niña; años después murió su padre y su familia la envió a un convento, de donde fue expulsada. A sus 22 años se casó con Padilla y en 1809, cuando se produjeron los levantamientos independentistas de Chuquisaca, La Paz y Cochabamba, se sumaron los dos a la lucha revolucionaria.
Organizó
junto con su marido el escuadrón “Los leales” y se incorporó al Ejército del
Norte, liderado en ese momento por Manuel Belgrano, quien frente al valor y la
garra de Juana en el campo de batalla, le entregó su sable como símbolo de
reconocimiento y admiración.
En 1816 obtuvo el rango de teniente coronel de las milicias criollas que peleaban en el Alto Perú, la región defendida con más decisión por los realistas. Juana Azurduy organizó combates, preparó defensas, incursionó zonas ocupadas por el enemigo y arremetió sin miedo contra los realistas, a la par de sus compañeros de combate.
Tras haber perdido a sus cuatro hijos, enfermos y con hambre en medio del trajín de las luchas revolucionarias, continuó combatiendo con el dolor más inmenso, ese dolor que se iba a agudizar poco después, cuando los realistas decapitaron a su marido, momento en el que ella estaba embarazada de su quinto hijo, una niña, que nació en medio de los combates y a la que logró poner a salvo.
Vinieron
luego los años en que Juana peleó junto a la guerrilla de Martín Miguel de Güemes, el hombre que
defendió la región de Salta y Jujuy y enfrentó con escasos recursos a los
españoles, impidiendo su avance, hasta que lo mataron en 1821.
Es
en ese momento cuando esta revolucionaria, que supo poner a la mujer en la
primera fila del combate, se quedó sin rumbo, sin recursos y sin
reconocimiento, aunque Simón Bolívar habría dicho en 1825, durante su visita a
Bolivia, que ese país debería llamarse “Padilla o Azurduy, porque son ellos los
que lo hicieron libre”.
Revolucionaria
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de Bolivia, de América Latina,
Juana Azurduy fue ascendida a generala 147 años después de su muerte, cuando el
14 de julio de 2009 la presidenta e la Nación, Cristina Fernández de Kirchner,
le confirió el grado de “Generala” del Ejército Argentino, durante una sesión
de la Asamblea Legislativa Plurinacional, realizada en la ciudad boliviana de
Sucre, donde reposan sus restos mortales junto a su sable, con la presencia de
los mandatarios de los dos países hermanos.
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